Es lo que tienen los amigos.

Como a muchos de ustedes les habrá pasado para bien o para mal, es una incomodidad lo de multiplicar las posibilidades de cada amigo -o llamémosle conocido de confianza si se quiere- el poder invitarlo a una fiesta de cualquier tipo. A lo que voy es... Un buen día se me ocurre hacer una reunión para festejar nada y tomarnos unas y reírnos un rato, así tal cual, sin tantos detalles... Entonces sopeso la presencia de algunas amistades en mis carnes asadas de los martes y en menos de un minuto descarto a la mayoría de las suposiciones de juntar a tal y tal persona solo por el gusto de verlos... Porque en ello va la suposición de un conflicto emocional de gente que no resuelve sus enemistades o porque de plano ni se odian ni nada, simplemente no se soportan, aunque bueno, hay quienes no se soportan a sí mismos. Y es así que me he visto en la necesidad de hacer ciertos cálculos mentales para conjugar la participación del tipo:

Es que si invito a A, B se sacará de onda.
Estaría bien invitar a C, pero le debe dinero a B
No le puedo hablar a D porque va a venir el padre del hijo de R
Ni hablar de invitar a B y A al mismo tiempo porque se acaban de pelear.
Ya sabes que C se va a poner de fantoche cuando hay mucha gente, entonces mejor no
invitarlo, sería una mala experiencia para todos.

Lo mismo pasa regularmente con las relaciones interpersonales y pasionales, románticas o amorosas fuera de las fiestas, todos lo saben. Aunque estoy pensando seriamente hacer hamburguesas al carbón, a ver si así cambia en algo la cosa.