Ch ch ch chaaanges.

Todo comenzó con la remodelación de mi cuarto, que en realidad no es tal, hasta hoy sólo lo he pintado de un color que se llama… -uff, ya no me acuerdo pero se parece al color de las camisas que usan los enfermeros del imsss- acomodado de otra manera y cambiado la puerta. A lo que voy es que hoy por la mañana que arreglé un desperfecto en mi casa, estaba pensando en la alegría que me produce el hecho de poder reparar cosas que ya no sirven, y que antes simplemente ya no las tenía en cuenta. Y se supone que aun me sirven de mucho, puesto que no las he tirado, como hacen los gringos. No se trata de que yo los repare precisamente. Hay cosas descompuestas que necesitarían una manita de gato para que volvieran a recuperar el encanto que tenían cuando nuevas. Ya saben, una cosa nueva te puede quitar la depresión decembrina. La desidia se apodera de mi y soy de esos que duda tanto para llevar las cosas a arreglar.

Es así que tengo una lista de aparatejos que ya no funcionan y habrá que llevarlos al taller, de la mano de este ánimo que traigo ahora de reparar cosas. Una cámara fotográfica digital, a la que según yo, creo solo le falta la pila. Un reproductor de dvd que según me dijo alguien sólo es cuestión de darle una ajustada al lente. Un calentador chiquito que necesita la manguera y las piedras que llevan dentro, porque qué helado se pone mi cuarto por estas fechas. Mi bicicleta que necesita una pintada (blanco de ser posible) y ajustarle cambias y frenos y a usarla. Una tornamesa muy old fashion que necesita del cambio de unos cables para que saque bien el audio. Como se ve son meras cosas del hogar, pero es eso, la satisfacción de volverlas a utilizar y hacerlas rendir o de plano venderlas, pero no tirarlas, que todo cuesta. Como se nota que el ver programas de bricolage e ir al Home Depot me ponen de buen humor.