lunes, abril 05, 2004
Poco antes de la semana santa.
Solíamos ir a visitarla en días de vacaciones, cuando estábamos en la primaria. Cedral y Real de Catorce en San Luis Potosí eran nuestro único destino vacacional de la infancia mía y la de mis hermanos. Nos quedábamos en su casa que estaba casi en la orilla del pequeño pueblo y desayunabamos chorizo con huevo y tunas frescas que mi abuelo Pablo nos cortaba de una nopalera en el patio. No sé cuantos años tenía hasta el sábado por la noche. Yo estaba conectado viendo no sé que cosas en la red. Llama mi tío Ismael en tono como de enojado o molesto por lo de la línea telefónica. Me dice: pásame a tu mamá, mijo. Luego, le llevo el teléfono a mi mamá y como queriéndole dar un poco de vueltas al asunto y sin ir al grano, mi mamá cierra los ojos y hace una exclamación como de lamento. No hablan mucho, sólo un: "bueno hablamos mañana por la mañana". Había muerto la mamá de mi mamá, mi abuela Camila.
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