Run fat boy run

Claro! Nunca está de más hacerle un pequeño guiño a una película que te pone de buenas -no así a una aburrida que trate de de cosas fantasiosas e ininteligibles. Con Run fat boy run al menos es sí porque el personaje te dijo en clave muchas cosas mientras la veías y con cada minuto sentías la posibilidad de que esos pequeños y significantes sucesos fueran una sola cosa comparada con tus sinsabores de lunes por la noche.

Dennys es un perdedor nato que huye desde el principio de la historia. Sale corriendo despavorido de la ceremonia en donde está a punto de casarse con Libby, su adoración y madre de su hijo. Misma a quien después le dirá que huyó por no arruinarle su vida –what a good point Dennys, desde ya eres un campeón.

El desarrollo de la historia de este corredor de fondo moderno describe con mucho humor a veces algo exagerado, la angustia de saberse el idiota del barrio, al que los amigos ninguenean y no lo creen capaz de muchas cosas, menos de participar en un marathón. Tiene toda la intención de hacerlo y vaya que lo hace. Participa sólo para demostrarle a Libby y a su millonario enamorado que puede hacer eso y más. Todo por recuperar su cariño y vida con ella.

El desenlace no es precisamente para historia de un día de San Valentín, pero con lo que hay hacia el final a uno le basta para hacerse una sonrisa mientras sigue sintiendo la simpatía por el héroe aquel que hizo todo lo posible y todo lo que estaba a su alcance para llegar a la meta y abrazar –aunque sea en el suelo- a esa persona por la que hubiese dado la vida. Ganar es eso: tener a tu lado a esa persona que es el amor de tu vida. Eso ya es mucho.